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Noticias hídricas 23 de octubre

30 de octubre de 2023

Aquí dejamos un resumen de nuestra selección de las noticias más relevantes de la semana pasada sobre el agua en Chile y el mundo.

Las otras lagunas y cascadas que "revivieron" en Chile tras el lluvioso invierno

Lagunas y cascadas de Chile

Este año, y particularmente el invierno, han sido extremadamente lluviosos en parte importante del país. Por ejemplo, en Santiago, este invierno de 2023 anotó más de 200 mm, transformándose en el más lluvioso desde 2005, es decir, en 18 años. Por primera vez desde que comenzó la megasequía, la capital tiene un año normal de lluvias.

Y eso no fue todo, ya que la situación continúo de igual manera durante septiembre y el inicio de la primavera. El noveno mes del año, se ubicó como el más lluvioso en los últimos 23 años en la capital, y el cuarto con más precipitaciones desde que existe registro (77 mm), según la Dirección Meteorológica de Chile (DMC).

Estas cifras históricas, han significado un verdadero alivio para diferentes cursos de agua en el país, desde lagos, lagunas, ríos, esteros y humedales, que han visto como el agua que habían visto desaparecer por completo en la última década, poco a poco comenzó a volver. Si bien los casos más conocidos y emblemáticos son el de la laguna de Aculeo o el lago Peñuelas y Rapel, existen otros que también recuperaron su caudal original debido a las recientes precipitaciones.

Es el caso de la laguna El Peral en El Tabo, que en 2022 se encontraba seca, pero luego de las últimas lluvias registradas, recuperó parte importante de su agua.

También es posible mencionar los casos de las cascadas San Jerónimo de Algarrobo o las Lagunas de Llolleo en San Antonio, también conocida popularmente como Ojos del mar, que alcanzan cerca de 15 hectáreas.

Se trata de cuerpos de agua que históricamente se caracterizaron por disponer de grandes recursos hídricos, pero que durante los últimos años, y década, habían visto disminuir o desaparecer su caudal debido a la megasequía principalmente.

Tras el último invierno lluvioso registrado en la zona central, los últimos registros indican que habrían recuperado parte importante de su agua. Aunque, no sería para siempre.

Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, señala que era esperable, que después de tener uno de los inviernos más lluviosos de las últimas dos décadas, se registrara una recuperación parcial de los cuerpos de agua que largos 14 años de sequía, habían hecho desaparecer. "Sin embargo, es preciso subrayar que se trata de una recuperación parcial. Para que estos cuerpos de agua se recuperen, se requieren varios años consecutivos de superávit de precipitaciones".

"La única manera de recuperar estos cuerpos de agua, es que se registren precipitaciones superiores o cercanas a valores típicos durante varios años consecutivos. Es poco probable que ese sea el escenario", complementa Cordero.

Pablo Rojas, investigador del Instituto Iberoamericano de Desarrollo Sostenible (IIDS) de la Universidad Autónoma, coincide con Cordero. "La recuperación de los cuerpos de agua después de una década de megasequía era esperada en cierta medida con las últimas lluvias. Las precipitaciones permitieron recuperar niveles de lagos y embalses, así como acumular nieve para el verano. Aunque las lluvias han sido beneficiosas, no necesariamente garantizan una solución a largo plazo, ya que el cambio climático continúa desafiando la disponibilidad de agua".

Cordero añade que aunque sean los cuerpos de agua en superficie los que más llaman la atención, uno de los problemas de los 14 años consecutivos de sequía, es el agotamiento de los acuíferos subterráneos. "Si bien no tenemos claridad respecto a cuál es el nivel de agotamiento en éstos, sabemos que gracias a las lluvias de 2023, dicho agotamiento, al menos durante este año, ha tenido una pausa".

Chile cuenta con más de 380 lagos y embalses con una superficie mayor a 3 kilómetros. Muchos de éstos actualmente sufren por diversos motivos como sequía, contaminación, cambio climático, desvíos de agua e incluso antiguos movimientos telúricos.

Algunos han desaparecido, otros han visto un descenso considerable en su nivel de agua y otros se encuentran contaminados. Villarrica, Caburgua, Rapel, Peñuelas, Cauquenes y Aculeo son los más emblemáticos.

Sin embargo, esta realidad, al menos por ahora, parece olvidarse en muchos casos, ya que el último invierno dejó importantes precipitaciones. En el caso puntual del lago Rapel (embalse artificial), ubicado en la región de O´Higgins, presenta actualmente un crecimiento considerable. Lo mismo el lago Villarrica, que recientemente se desbordó por la ciudad.

En cuanto al verano, la incertidumbre persiste, cree Rojas. "Aunque las lluvias han aportado cierto alivio, la capacidad de retener agua a lo largo de esta estación depende de múltiples factores, incluyendo la gestión eficiente de recursos hídricos y su conservación. Si bien algunos cuerpos de agua pueden mantener niveles más altos, es posible que otros aún enfrenten desafíos debido a la sequía prolongada y la alta demanda de agua en temporada estival. La adaptación y la gestión sostenible de los recursos hídricos seguirán siendo fundamentales para mantener una provisión adecuada durante el verano".

Las desconocidas lagunas y humedales que "revivieron" luego del último invierno

El último sistema frontal también permitió que Aculeo y Peñuelas volvieran a lucir su espejo de agua, como fueron hace décadas. Por ejemplo, existen pruebas y registros gráficos de cómo era Aculeo hace más de un siglo. Uno de los más antiguos es un óleo del pintor Onofre Jarpa, que la muestra con abundante agua y una frondosa y generosa vegetación, que data de 1878.

Así como también hay pruebas fotográficas que revelan el pasado glorioso del lugar. Se trata de un álbum con imágenes inéditas, correspondientes al siglo XIX, bajo el título "Vistas de Chile", las que llegaron a manos de la fundación Enterreno (ver imagen a continuación).

En el caso del lago Peñuelas, la situación es similar. El icónico embalse de la Región de Valparaíso ha registrando un histórico descenso, que sin embargo, las últimas lluvias lograron maquillar un poco.

Construido entre 1895 y 1900, durante el gobierno de Federico Errázuriz Echaurren, fue diseñado para proveer de agua potable a Valparaíso, especialmente durante el verano.

Ubicado en la Quinta Región, era una importante fuente de recursos hídricos, además de transformarse en un recurrente paseo familiar y en un ecosistema para diferentes especies. Pero la llegada de la megasequía literalmente lo secó por completo.

Registros recientes muestran que luego de la estación invernal, y gracias a las últimas lluvias de la temporada, el lago mostró una importante recuperación de su espejo de agua, totalizando un 8% de su capacidad total. Si bien aún es poco, supera el 0,01% que mantenía en marzo pasado.

Las causas de su vaciamiento aún no están del todo claras. La más evidente es el cambio climático, y su consecuente megasequía, pero también siempre está la chance de que la desaparición del lago sea por la intervención de terceros.

Fuente: La Tercera

Crisis hídrica: Región de Coquimbo registra un 77% de déficit de precipitaciones

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El Centro Científico informa en su último Boletín Climático que este año 2023 el déficit de precipitaciones alcanzó un 77%, lo cual implica 100 mm menos que el promedio climatológico registrado para la zona.

De acuerdo al reporte del centro científico, el estado actual del sistema hidrológico de la Región de Coquimbo se encuentra en una situación muy delicada debido a las precipitaciones bajo lo normal que se han registrado en promedio en los últimos 5 años. “Los caudales se presentan bajos por cuarto año consecutivo, la temporada actual presenta un 37% de los históricos en Elqui y Limarí, y 46% en Choapa, situación que ha llevado a una constante disminución de los niveles de agua embalsados en los últimos años”, se indica en el Boletín Climático de CEAZA.

Asimismo, el informe especifica que en este momento el agua embalsada en Elqui es de un 19% de su capacidad, Limarí un 8% y Choapa un 35%. Con respecto a la precipitación, dos eventos ocurrieron en la región durante septiembre, los que sin embargo no pudieron reducir el actual déficit de un 77% promedio en la región.

Según Cristian Muñoz, modelador estadístico del CEAZA y participante en la elaboración de dicho Boletín, la evolución del Fenómeno de El Niño durante estos últimos meses indica que “luego de finalizada la fase La Niña entre marzo y abril pasado, las aguas superficiales del océano Pacífico ecuatorial han continuado aumentando su temperatura, principalmente en la costa de Perú y Ecuador. En el resto del Pacífico ecuatorial el aumento de temperatura ha sido más lento, de tal modo que el actual evento El Niño es tan sólo de intensidad moderada en la zona que nos afecta como región”.

Tomás Caballero, meteorólogo del CEAZA, destaca que “El Niño continuaría con intensidad moderada hasta el trimestre noviembre – enero, cuando llegaría a ser de intensidad alta para luego debilitarse y persistir hasta otoño de 2024”. El especialista agrega que “las lluvias alcanzaron con mayor fuerza la provincia del Choapa debido a que la trayectoria que siguen los sistemas frontales hace más probable que alcancen la zona sur de la región, probabilidad que disminuye al avanzar hacia el norte. Por otro lado, ciertos sistemas pasaron dejando nieve en cordillera debido al efecto de la orografía y poco o nada de precipitación líquida en el resto de la región”.

La pregunta que ya se plantea es si el Fenómeno de El Niño provocará las tan anheladas precipitaciones para la Región de Coquimbo. Cristian Muñoz explica que “El Niño se debilitaría de tal modo que durante otoño existe mayor posibilidad de que comience una nueva fase neutra. Sin embargo, la incertidumbre respecto a esto último continúa siendo alta, por lo que es importante estar viendo las proyecciones estacionales todos los meses. Así por ejemplo, la proyección vigente es que existe más de un 50% de probabilidad de que entre mayo y junio del año 2024 se desarrolle una nueva fase neutra”.

Fuente: Diarioeldia.cl

Un pueblo acorralado por el cambio climático

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Licantén sufrió en poco tiempo las consecuencias más terribles del calor récord, los incendios forestales, la falta de agua y las peores inundaciones de su historia, lo que decantó en que su única actividad industrial cerrara. La decisión cortó la llave del gran motor de su economía, dejó a cientos de personas sin empleo y sus autoridades temen que lo peor esté por venir.

Apoyada sobre una baranda de madera, en una terraza sostenida por palafitos a unos cinco metros de altura, Gabriela Cáceres cuenta que llegó hace dos años a vivir a Licantén.

Pensionada luego de trabajar para fábricas textiles en Santiago, dice que siempre quiso volver al pueblo en que nació en 1961 y acompañar a su hija, quien se radicó en este lugar de la costa del Maule aconsejada por un médico que le dijo que lo mejor para enfrentar el cáncer de mama era irse al campo, a un lugar tranquilo y alimentarse de productos entregados directamente de la tierra.

Apenas instaló la casa prefabricada que compró con el dinero de la venta de la que tenía en la capital, la madre levantó un gallinero para abastecerse de huevos y un invernadero en que cultivaba lechugas, pimentones, cebollines, acelgas, apio, perejil y ciboulette.

Gabriela apunta desde lo alto el lugar que ocupaba cada cosa que tenía, en el que hoy solo quedan unos pequeños pilotes que apenas sobresalen de la tierra gris y fina, que aún permanece húmeda.

Han transcurrido dos meses desde el desborde del río Mataquito y la zona luce devastada.

—Allá al fondo, pegada a los álamos, quedó mi casa anclada. El agua la levantó y la hizo pasar por arriba de la pandereta —dice Gabriela—. ¿Quiere ir a verla?

Hasta junio de 2023, la Región del Maule acumulaba 16 años de sequía y era recurrente que durante los veranos se consumieran miles de hectáreas en incendios forestales causados por la conjunción de descuido, negligencia y altas temperaturas.

El agroclimatólogo de la Universidad de Talca, Patricio González, explica que las olas de calor en la zona se han estado prolongando por hasta 11 días consecutivos con temperaturas sobre los 36 °C. En 2017, durante los megaincendios, el récord fue de 39 °C el 26 de enero.

En Licantén no olvidan esos días ni las circunstancias que les costaron la vida a tres brigadistas forestales.

—El fuego tenía los cerros rojos en la noche y en la mañana amanecía blanco de ceniza y todo tapado en humo —recuerda Ana María Poblete, dueña de un hostal ubicado a una cuadra de la plaza—. Esa vez yo tenía unos turistas brasileños que estaban muy asustados porque veían que el fuego venía. Casi no dormían en la noche. A mí también me daba susto, pero pensaba en que ¡cómo no íbamos a ser capaces de contener entre todos el incendio si bajaba del cerro!

Los años de falta de agua dificultaban el desarrollo de los cultivos forestales, de las plantaciones hortofrutícolas y también de la operación de la única actividad industrial de la zona: la planta de celulosa Licancel, del grupo Arauco, que en el verano de 2020 paralizó por dos meses debido a que el río Mataquito llevaba apenas el 0,4% de su caudal. 'Prácticamente no había agua en el río y no teníamos agua para captar', lo resume el subgerente de asuntos públicos de la compañía, Nelson Bustos.

Sentado en el living de su casa, el operador de máquina de secado de Licancel, Pedro Lagos, asegura que esa detención y la constante baja en la madera que recibían fueron campanadas de alerta entre los trabajadores sobre lo que sucedía en la empresa.

En las redes sociales de la municipalidad, desde el 21 de junio comenzaron a aparecer posteos de alerta por la llegada de un frente intenso. Tras un encuentro del Comité de Gestión de Riesgo de Desastres (Cogrid), el encargado de la Oficina de Seguridad y Emergencia Municipal, Alejandro Véliz, envió un mensaje en que llamó a los 7 mil habitantes a que tuvieran calma, pues estaban coordinados para enfrentar la contingencia. 'Sabemos que la lluvia es un evento positivo, esperado por todos nosotros debido a la sequía que nos ha afectado en los últimos años, así que estamos contentos', dijo en un video.

En los días venideros, en el Maule llovería como no lo hacía en décadas, y caerían cientos de milímetros de agua en la cordillera, una zona donde debía nevar, lo que provocó una crecida del Mataquito con anegamientos jamás vistos en generaciones completas de licanteninos.

La última salida del cauce había ocurrido en 2008, aunque el alcalde Marcelo Fernández, de 54 años, dice que no olvida la de 1986.

—La casa de mis viejos era de adobe, por lo que se cayó de una con el agua. Los vi abrazados perdiéndolo todo —rememora.

A la entrada del pueblo, Gabriela Cáceres vivió algo similar en junio de 2023: el Mataquito le arrancó de cuajo su vivienda y ella se quedó con la ropa puesta y las gatas que alcanzó a rescatar.

—Era un sonido espantoso, porque el torrente lo arrastraba todo —grafica Gabriela achinando los ojos y llevándose las manos a las orejas.

El agua llegó hasta la plaza, cubrió gran parte de los locales comerciales del poblado, la municipalidad, el hospital, la comisaría, el banco, la escuela, el Registro Civil, la notaría y la planta de Licancel, donde sus trabajadores debieron paralizar y permanecer en las dependencias por casi dos días por motivos de seguridad, mientras muchas de sus familias luchaban contra el barro en sus hogares.

Durante las semanas siguientes la comunidad y las cuadrillas se dedicaron a limpiar para intentar retomar la rutina, pese a que cientos de personas alojaban aún en casas de familiares o decidían regresar a las que se habían anegado. 'Lo hacían aunque las casas estuvieran chuecas, pasadas a humedad o ni siquiera cerraran sus puertas de lo hinchadas que quedaron', admite el jefe de la Dirección de Desarrollo Comunitario (Dideco) del municipio, Marcelo Alarcón, que justifica la decisión de los damnificados ante la tardanza en la llegada de las ayudas desde el nivel central.

En los programas de televisión de esos días los expertos hablaban sobre la necesidad de repensar el pueblo y planificar medidas de mitigación para el futuro, pues el Mataquito se desbordaba, en promedio, una vez por década y era probable que debido al cambio climático lo hiciera ahora cada cinco años.

Al teléfono, el alcalde Fernández habla sobre lo que sintió cuando le informaron la semana del 14 de agosto que había una alta probabilidad de que a la zona llegara un frente similar al de junio.

—Estuvimos tres días antes avisándole a la gente, pero pensábamos: 'Es que no puede ser'. Incluso estuvo la ministra de Obras Públicas un día antes acá y no lo asimilábamos —admite la autoridad—. ¿Es que cómo en dos meses iba a venir un fenómeno igual al que habíamos visto una vez cada diez años?

Los datos indican que esa crecida fue más destructiva. Si en junio el Mataquito se salió unos 500 metros, esta vez llegó a cerca de un kilómetro cerro arriba, anegando sectores que estaban lejos de su histórica zona de inundación. Además, en ciertas áreas cubrió casas hasta los techos y dañó 933 viviendas, unas 300 más que en junio. También cubrió predios que ya estaban en proceso de despeje y desbordó canales que habían soportado sin problemas el frente anterior.

El nivel de colapso se entiende al mirar las cifras del agroclimatólogo Patricio González, quien expone que en 123 años de registros, agosto de 2023 fue el más lluvioso de la historia local, con 267,4 milímetros, superando los 254,2 de 1972 y los 259,7 de 1965. En todos ellos el fenómeno de El Niño estaba presente. 'Los extremos pluviométricos superaron todo pronóstico', resume.

Gabriela Cáceres cuenta que el viernes 18 de agosto la llamaron de la municipalidad para informarle que irían a entregarle las llaves de la vivienda de emergencia que le instalaron en el patio de la casa de su hija.

—Yo estaba contenta, pues pensaba que ese fin de semana iba a bajar mi camita, mis mascotas y algunas cositas para ir a dormir —explica—. Me dijeron que como a las tres de la tarde tenía que estar acá, pero no llegaron.

La vivienda, tal como le pasó en junio, se la llevó esa noche el caudal, que la dejó botada sobre una alambrada. Está a unos 100 metros de distancia de la que perdió dos meses antes.

Pedro Lagos y su esposa, Marisol Sepúlveda, llegaron hace tres décadas desde Laja atraídos por una oferta de trabajo para él en la planta de celulosa Licancel. El matrimonio vive en una zona alta del pueblo y cuenta que para el desborde de junio el agua llegó solo hasta el fondo del patio, por lo que cuando oyeron los anuncios de un nuevo frente en agosto no se preocuparon.

Sus hijas, en cambio, se abocaron a aislar ventanales y a subir a mesas, atriles y hasta al entretecho todo lo que pudiera mojarse si el cauce entraba. Luego de un par de días en vela, en que el agua se mantuvo a raya, Pedro y Marisol las convencieron de que estaban cansados y era necesario dormir. A regañadientes aceptaron y la familia se fue a acostar, hasta que a las 4 y media de la madrugada pasaron equipos de emergencia avisando que había que evacuar, pues el río venía.

'Estábamos tan cansados que no escuchamos los llamados y mensajes que nos llegaron al teléfono', se excusa Pedro.

Pese a la advertencia, estuvieron hasta las 9 de la mañana tratando de salvar más muebles y ropa, pero a esa altura ya no era posible seguir y evacuaron a la casa pastoral de la iglesia a la que pertenecen, donde permanecieron seis noches.

Pedro comenta que desde Licancel dispusieron que todos los funcionarios anegados se quedaran en sus hogares hasta que volvieran a estar habitables.

—La planta se portó bien. Los primeros días acá no había ni dónde comprar pan y la empresa nos pasaba a dejar colaciones —cuenta el operario—. Pero después de unas semanas uno se entra a preocupar y quiere trabajar, entonces llamaba a mi jefa y ella me decía que estuviera tranquilo, que ellos me iban a avisar cuándo volveríamos.

Desde el grupo Arauco admiten que la inundación de agosto fue peor que la de junio, lo que no solo demoraba su puesta a punto para reanudar la actividad, sino que ameritaba replantearse si valía la pena continuar con la operación.

Pedro cuenta que iba a visitar a sus padres a Laja cuando lo llamaron para informarle que Licancel, que representaba el 1,7% del negocio del holding, se cerraba.

La noticia se oficializó el 12 de septiembre, cuando la empresa argumentó que lo definió en respuesta a 'la extrema variabilidad climática, con inundaciones consecutivas del río Mataquito durante este invierno, períodos extremos de sequía que ocasionaron reiteradas detenciones en la operación de la planta en veranos anteriores, e incendios forestales de alto impacto que, sumados a la ausencia de una política pública que promueva la reforestación durante la última década, han generado una baja disponibilidad de madera para uso industrial'.

La decisión significó la salida de 163 trabajadores directos, a los que en el municipio suman 440 personas que giraban en torno a su actividad. Una de ellas era Ana María Poblete, cuyo hostal estaba totalmente dedicado a atender profesionales relacionados con la celulosa. Ahora hace semanas que está sin clientes. 'Hemos sido dañados directamente porque en el rubro todos recibíamos gente de la planta. Y eso resiente también al comercio. Si antes iba a comprar 40 panes diarios a la panadería, hoy se compran cinco, dos… lo mismo con los enseres, las verdulerías. Esto golpea a toda la economía local', dice mientras se seca las lágrimas.

Los locatarios del centro coinciden en que desde que la compañía tomó la determinación, las ventas cayeron y a las 8 de la tarde casi no anda gente en la calle. Uno dice que pese a que la empresa pagó todos los finiquitos, los desempleados han sido precavidos y han reducido sus gastos ante la incertidumbre de no saber cuándo encontrarán otro trabajo.

El subgerente de asuntos corporativos de Arauco, Nelson Bustos, admite que la determinación fue 'difícil', pero asegura que es 'responsable' ante las circunstancias, que hicieron inviable una operación pese a todas las inversiones efectuadas en los últimos años. 'Si todos los próximos años íbamos a tener una planta que iba a estar detenida por uno o dos meses producto de una sequía o por inundaciones, cualquier negocio que se ve en esa circunstancia es objeto de una incerteza en que no es posible plantearse nuevas inversiones hacia el futuro', dice el ejecutivo.

El agroclimatólogo Patricio González no duda al sostener que lo que vive Licantén son 'los impactos socioeconómicos del cambio climático'. Explica que la megasequía, las olas de calor a las que se asocian los megaincendios forestales y los ríos atmosféricos de este invierno se traducen en pérdidas de fuentes de trabajo, de tierras cultivables y de millonarias inversiones en infraestructura, 'lo que va degradando la ya alicaída economía del secano costero'.

El alcalde Fernández coincide y añade que el impacto de lo que está sucediendo se percibirá en marzo, cuando pase el verano, se vayan los turistas y ya quede menos plata de los finiquitos de los desafectados.

En la compañía insisten en que seguirán presentes en Licantén colaborando con la comunidad en proyectos sociales y de reinserción, dentro de los cuales se incluye la incorporación de algunas decenas de despedidos en otras unidades de la compañía en el país. El operario Pedro Lagos cuenta que ha tenido entrevistas para ello y afirma que tiene disponibilidad para mudarse de ciudad si es necesario.

Su esposa Marisol, sentada en el sillón del frente, asiente y agrega:

—Pero es triste… si bien es cierto que nosotros venimos de fuera, ya son 30 años acá y cuando vamos a Laja lo único que queremos es regresar… es que esta es mi casa, es mi pueblo, es acogedor, la gente se quiere, se forma algo muy lindo… es dolorosa la idea de partir.

Gabriela Cáceres camina entre lo que queda de las dos casas que le llevó el río. Lo hace mientras un familiar trabaja intentando recuperar lo que sea posible de ellas. Problemas legales con el terreno, que es una sucesión no resuelta, y un subsidio estatal entregado en los 80 le han impedido acceder a un beneficio que le dé claridad a su futuro.

El jefe de la Dideco, Marcelo Alarcón, confidencia que acaban de enviarle una carta directamente al Presidente Gabriel Boric para que considere su caso en un programa especial que él puede autorizar.

—La situación de la señora Gabriela me rompe el alma —afirma el funcionario—. Nos pasa a menudo que a los afectados ya no podemos darles fechas para prometerles la llegada de ayudas, así que lo único que hacemos es gestión… recién hace unas semanas Senapred aprobó las primeras 10 viviendas de emergencia y llegaron seis. Imagínese.

En el municipio y las víctimas existe la sensación de que el aparataje del Estado está más enfocado en cumplir con la burocracia que en resolver los problemas con la celeridad que amerita la emergencia.

Como marchan las cosas, es probable que Gabriela deba armar una vivienda con los vestigios de las dos que perdió en el invierno. La tendría que levantar en el mismo terreno que en junio y agosto quedó bajo las aguas, en la misma zona en la que el agroclimatólogo Patricio González demanda que se levanten muros fluviales y se planifique el diseño de la infraestructura crítica, algo en lo que concuerda el alcalde Fernández, quien llama a que el Estado use Licantén como un 'piloto' de lo que puede ocasionarle el cambio climático a una comunidad, en un programa que incluya relocalizar servicios y considerar que las viviendas en zonas inundables sean de dos pisos, con una primera planta edificada con materiales 'lavables'.

Mientras camina por los escombros de su vida pasada, Gabriela se entera de que la Dirección Meteorológica pronostica un verano con calores probablemente históricos y un 99% de probabilidades de que el fenómeno de El Niño se mantenga durante el 2024.

Tras escucharlo, mira al horizonte, se lleva una mano a la frente y ofrece disculpas. Dice que desde el invierno pasado todo la hace llorar.

Fuente: El Mercurio

¿Cómo afecta el aumento de lluvias a la crisis hídrica?

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Según la Dirección Meteorológica de Chile, durante el invierno de este año la Región Metropolitana acumuló más de 150 mm de agua como resultado de un aumento en las precipitaciones. Asimismo, la entidad pronostica que durante este último trimestre las lluvias podrían mantenerse en la zona centro-sur del país, principalmente por la presencia del fenómeno de 'El Niño'.

Pese a esto, al comparar la cantidad de agua caída con los registros climáticos de los últimos 30 años, se trata de 'un año en donde las precipitaciones, desde la Región de Valparaíso hacia el sur, están en un rango que definiríamos como normal', asegura Rodrigo Fuster, académico de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la U. de Chile, quien destaca que, si bien las lluvias ayudan a remediar una parte de los niveles de sequía de los últimos 14 años, estas no son suficientes para hacer frente a las condiciones que se pronostican para los próximos años.

'Vamos a pasar probablemente un buen verano en el sentido de que hay suficiente agua en la cordillera para que los caudales sean los que normalmente se ven durante esta estación', complementa el investigador Roberto Rondanelli del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2), sobre el impacto de las lluvias a corto plazo.

'Pudimos ver que la laguna de Aculeo volvió a tener agua después de muchísimo tiempo, pero estas lluvias no significan el fin de la crisis. Los desafíos que tenemos en relación con la escasez hídrica deben ser abordados, independiente de si llueve o no', afirma Elizabeth Garrido, académica del Centro de Investigación para la Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello. A juicio de la investigadora, la escasez hídrica es un balance entre el agua disponible y el agua necesaria para el consumo humano, saneamiento, producción de alimentos, usos industriales, entre otros. Por esto, el aumento momentáneo de las reservas no resuelve el problema mientras la demanda por parte de los diferentes sectores productivos siga aumentando.

Al contrario, el informe "Escasez hídrica en Chile: desafíos pendientes", de las Naciones Unidas, proyecta al 2030 un aumento de 4,5% en la demanda consuntiva de agua, particularmente en la agricultura, minería e industria manufacturera; un escenario complejo, considerando que, según datos de la Dirección General de Aguas (DGA), hace dos años todas las regiones presentaban un déficit hídrico del 50% o más.

Tareas pendientes Para Ricardo Barra, investigador del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (Secos), "faltaría más de una década de años lluviosos para recuperarse de la megasequía que afecta al centro-sur de Chile". El experto advierte que la lluvia intensa en poco tiempo también tiene otros efectos, como las inundaciones y los daños derivados de ellas, "Debemos considerar que somos muy vulnerables a estos cambios en los procesos hidrológicos, en parte, explicados por el cambio climático, pero también por la ausencia de planificación y una gestión más efectiva a nivel de las cuencas", puntualiza.

Por su parte, Yazmín González, consultora senior en derechos de agua de Agroin Chile, señala que para hacer frente a la crisis hídrica se necesita una acción coordinada y sostenible: "Se deben promover políticas que incentiven la eficiencia hídrica en la agricultura, la industria y el uso doméstico. También es necesario fomentar la conservación de ecosistemas acuáticos y cuencas hidrográficas, así como invertir en infraestructura para el almacenamiento y distribución eficiente del agua". Asimismo, Garrido destaca la necesidad de mejorar la institucionalidad en esta materia, pues "la fragmentación de funciones entre instituciones gubernamentales y privadas obstaculiza la toma de decisiones y la gestión integrada de los recursos".

Fuente: La Tercera

NOTICIAS INTERNACIONALES

Brasil: “La de este año es la sequía más extrema de los últimos 113 años”: Paulo Artaxo

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El bosque tropical más grande del mundo sufre por la falta de agua. En las últimas semanas se han visto imágenes de ríos que se han quedado prácticamente sin agua, así como decenas de delfines y peces muertos por los bajos niveles de los caudales de los afluentes y el aumento de la temperatura de sus aguas. Varios factores se han unido para que estemos atravesando la peor sequía de los últimos 113 años, dice Paulo Artaxo, miembro del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y experto en física ambiental del Instituto de Física de la Universidad de Sao Paulo, en Brasil.

Mongabay Latam conversó con Artaxo sobre lo que está pasando con los ríos de la Amazonía, las consecuencias de esta sequía y los escenarios que se miran ante eventos climáticos cada vez más extremos, frecuentes e intensos.

—¿Por qué está ocurriendo una sequía tan fuerte en la Amazonía?

—Tenemos tres factores importantes que están provocando la sequía en la región Amazónica. El primero de ellos es el agravamiento del calentamiento global que está provocando cambios climáticos importantes en toda América Latina. El segundo es el agravamiento de los eventos climáticos extremos que se están dando básicamente en todo el planeta y que están impactando muy fuerte en la Amazonía este año. Y un tercer es un Niño que está impactando de manera particularmente fuerte a la región amazónica. Entonces tenemos tres factores importantes que están actuando conjuntamente en el agravamiento de esta sequía en la región amazónica.

—¿Qué tan grave es la situación?

—Hemos tenido sequías muy fuertes en la Amazonía en 2005, en 2010 y ahora una sequía extrafuerte en 2023. Estas tres sequías fueron las más fuertes en la Amazonia en los últimos 113 años. Esto muestra que estamos observando un aumento de los eventos climáticos extremos. La de este año es la sequía más extrema de los últimos 113 años.

—¿Cómo está impactando esa sequía?

—Son miles de comunidades aisladas en la Amazonia que no tienen agua potable, ni alimentos, ni medicinas y están sufriendo gravísimos problemas de logística extremadamente fuertes. Además de la posible pérdida de carbono del ecosistema porque cada vez que tenemos una sequía muy fuerte, como esta, emitimos carbono a la atmósfera.

Los impactos socioeconómicos también son enormes, porque al no tener el transporte que se realiza por los ríos, que tienen niveles de agua extremadamente bajos, se afecta toda la economía y la subsistencia de la población amazónica. Además están los incendios, por ejemplo, la región próxima a Tefé, en el centro de la Amazonía y la región de Manaos están sufriendo mucho con el aumento de incendios. Hay mucho humo de los incendios, altas concentraciones de ozono, que es un gas nocivo para la salud y tiene un impacto negativo en la población. Los impactos en el ecosistema son enormes debido a la reducción de las precipitaciones y al aumento de la estación seca que estamos observando. El impacto en la biodiversidad también es muy grande y es un impacto que aún no hemos podido cuantificar.

—Usted ha mencionado que las sequías también ocasionan la emisión de carbono

—Si, la emisión de carbono procedente de la degradación forestal tiene como consecuencia el agravamiento del calentamiento global. Entonces, tenemos que evitar la degradación de los bosques para evitar que el problema del cambio climático global empeore aún más.

—¿Cuáles son las zonas más impactadas por la sequía en la Amazonía?

—Está sucediendo en toda la Amazonía, pero con diferentes intensidades de una región a otra. Particularmente, en la parte occidental de la Amazonia brasileña del oeste está siendo muy impactada y es la parte de la Amazonía donde tenemos una mayor cantidad de carbono y dónde existe una región de bosque amazónico mejor conservado. La sequía está impactando particularmente, por ejemplo, cerca del municipio de Tefé, en la Amazonia central. Todos los países amazónicos están siendo impactados, pero Brasil, principalmente, porque contiene la mayor superficie de selva amazónica, está teniendo los mayores impactos.

—¿Qué están haciendo los gobiernos para enfrentar las sequías?

—Esta sequía ha evidenciado que tenemos vulnerabilidades muy importantes en la Amazonía en su conjunto y cada país necesita implementar políticas de adaptación al cambio climático de una manera fuerte, rápida y eficiente. Pero los países están muy atrasados ​​en la implementación de sus políticas de adaptación climática. Tenemos que acelerar la adaptación de nuestras sociedades a un clima que ya ha cambiado de manera significativa.

—¿Sabemos hasta cuando durará la actual sequía?

—Ya ha empezado a llover muy poco en algunas partes de la Amazonía, pero es muy difícil predecir cuándo terminará exactamente la sequía. Sin embargo, los estudios que se han realizado hasta ahora indican que estos eventos climáticos extremos aumentarán en frecuencia e intensidad en las próximas décadas.

Fuente: Mongabay.com

México: ¿Cuáles son los cinco estados más afectados por la sequía?

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El reporte más reciente del Monitor de Sequía en México de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), publicado el 20 de octubre de 2023, muestra que el porcentaje de áreas con sequía de moderada a excepcional (D1 A D4) a nivel nacional fue del 66.16%, un 8,8% mayor que el reporte del 30 de septiembre.

De los 32 estados de la república mexicana, 30 presentan algún grado de sequía (D0 – Anormalmente Seco, D1 – Sequía Moderada, D2 – Sequía Severa, D3 – Sequía Extrema o D4 – Sequía Excepcional). Del total de los municipios que conforman los estados del país, 1819 presentan sequía, 378 se encuentran anormalmente secos y solo 274 no presentan afectación. A pesar de las lluvias que se han registrado, el panorama sigue siendo desalentador.

La sequía merma la producción agrícola y ganadera La temporada de lluvias y ciclones tropicales en México inició el pasado 15 de mayo en el Pacífico y el 1 de junio en el Atlántico, pero con la llegada del fenómeno meteorológico El Niño, que altera las condiciones del clima, aunado al cambio climático, provocaron que las lluvias fueran muy pocas, provocando una sequía en gran parte del territorio nacional, principalmente en la zona norte.

El campo en México requiere de las lluvias para subsistir y tener una producción agrícola próspera y la escasez o retraso de las precipitaciones, pone en riesgo tanto a las cosechas como la ganadería, lo que impacta negativamente en los ingresos de las familias que dependen de esta actividad y también a los consumidores.

El pasado mes de septiembre, se registraron 502,550 hectáreas de cultivos dañados en el país, principalmente por la sequía. Las entidades con mayores daños son Chihuahua, Zacatecas, San Luis Potosí, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas.

De ese total, 36,607 hectáreas son destinadas a cultivos de riego, mientras que las restantes 465,943 hectáreas se dedican a la producción de cultivos de temporal, que dependen tanto de las precipitaciones como de la capacidad del suelo para retener el agua.

Por ejemplo, en Chihuahua, los productos más afectados por la sequía son la nuez, maíz, chile de árbol y el frijol.

El pasado 30 de septiembre concluyó el ciclo agrícola 2023 y con base a la cantidad de agua almacenada, realizarán los planes de riego para el ciclo del próximo año.

La ganadería también se ha visto afectada por la sequía, ya que los precios para alimentar al ganado han aumentado, como lo es el precio de la alfalfa, provocando que los ganaderos vendan sus animales para mantenerse, lo que lleva a una sobreoferta de ganado.

Fuente: Elheraldodechihuahua.com.mx

La ONU advierte que la Tierra está al borde de un punto de inflexión medioambiental de daños irreversibles

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La Tierra se dirige hacia una serie de "puntos de inflexión" medioambientales que podrían causar daños irreversibles en el suministro de agua y otros sistemas de sustento de la vida, advirtió el miércoles el brazo investigador de Naciones Unidas.

El cambio climático y el uso excesivo de los recursos han puesto al planeta al borde de seis puntos de inflexión interconectados que "podrían desencadenar cambios bruscos en nuestros sistemas de sustento de la vida y sacudir los cimientos de las sociedades", señaló el Instituto de Medio Ambiente y Seguridad Humana (UNU-EHS) de la Universidad de las Naciones Unidas. "Una vez superados estos umbrales, el sistema deja de funcionar como lo haría normalmente y surgen nuevos riesgos en cascada que pueden trasladarse a otros sistemas", explicó Jack O'Connor, investigador del UNU-EHS y autor principal del informe. "Deberíamos prever que ocurran estas cosas, porque en ciertos ámbitos ya están ocurriendo".

El informe "Riesgos interconectados de catástrofes", publicado antes de las conversaciones sobre el clima de la COP28 del mes que viene, señalaba como principales amenazas interconectadas la aceleración de los ritmos de extinción, el agotamiento de las aguas subterráneas, el deshielo de los glaciares y el calor extremo. Advierte que un millón de plantas y animales podrían desaparecer "en décadas" y que la pérdida de especies clave "desencadenaría extinciones en cascada de especies dependientes" y aumentaría la probabilidad de colapso de los ecosistemas. Muchos de los acuíferos más grandes del mundo ya se están agotando más rápido de lo que pueden reponerse y Arabia Saudita, India y Estados Unidos ya se enfrentan a graves riesgos. Las escorrentías procedentes del deshielo de los glaciares también están a punto de disminuir. "El calor nos obliga a extraer más agua subterránea debido a la sequía", explica Caitlyn Eberle, otra de las autoras principales.

"Muchos de esos glaciares de las Montañas Rocosas, el Himalaya y los Andes alimentan esos ríos y sistemas de aguas subterráneas, así que a medida que esos glaciares desaparecen hay menos agua disponible". Los investigadores también advirtieron de los crecientes riesgos que plantean los desechos espaciales, con colisiones que podrían hacer "inutilizable" la órbita terrestre e imposibilitar la futura actividad espacial, incluida la vigilancia por satélite de las amenazas medioambientales.

En otro punto de inflexión, el empeoramiento de los riesgos climáticos está haciendo inasequibles los seguros y, por ejemplo, medio millón de hogares sólo en Australia no podrán ser asegurados en 2030, dijeron. "Una vez superado este punto, la gente se queda sin una red de seguridad económica cuando se producen catástrofes", afirma el informe

Fuente: DF.cl

Global: La crisis climática es "la tercera guerra mundial" que causa "tres veces más muertes" que otras guerras, según experto

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El médico internista y coordinador del equipo de salud de la Cooperación Europea de Salud Global, Juan Garay, ha asegurado que "la crisis climática es la tercera guerra mundial" que causa "tres veces más muertes que el total de muertes de las guerras del siglo XX", aunque esta vez "las armas son las emisiones y la forma de vida".

"Sin atender la salud de nuestra madre Tierra nuestra salud nunca va a estar bien. Solo por el aumento de la temperatura habrá 220 millones de muertes en este siglo", ha declarado durante su intervención en la Jornada 60 años de MédicosMundi sobre "Salud global y cambio climático", celebrada este miércoles.

Así, Garay ha señalado que "la salud es un buen termómetro de cómo el cambio climático está restando vida y matando gente, más que cualquier guerra o enfermedad".

En este sentido, ha incidido en que "es necesaria una acción internacional" para lo que "la gobernanza pública tendría que ser mucho más ambiciosa". "Donde veo la gran esperanza es en la gente, en la conciencia. No confío en que la respuesta internacional vaya a ser de la escala y el tiempo que necesitamos. Esto es demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos. Tenemos que tratar de emitir menos de una tonelada de carbono por persona al año, ahora los europeos emitimos siete tonelada al año", ha afirmado.

"Los compromisos internacionales son mucho menores de lo que es necesario para revertir el desastre climático y natural, es más la conciencia colectiva la que debe cambiar las políticas que al revés", ha añadido Garay.

Asimismo, el especialista ha explicado que "el sistema de salud tiene que cambiar hacia una promoción de formas de vida saludables para las personas y para el planeta", y, con eso, "se disminuiría muchísimo el gasto médico y se tendría un excedente enorme de ingresos de PIB y de patrimonio".

Por su parte, la directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente en la Organización Mundial de la Salud (OMS), María Neira, ha advertido de que "la crisis climática es una crisis de salud global que tiene un efecto devastador en la salud".

"El cambio climático está teniendo un efecto muy negativo y devastador en nuestra salud con enfermedades por vectores, enfermedades no transmisibles, las olas de calor, etc. El sistema de salud tiene que reformarse y adaptarse a lo que tenemos encima. Necesitamos que los sistemas sanitarios se adapten a las necesidades del siglo XXI, incluyendo adaptación al cambio climático, que sean más resilientes, que se adapten y que sean 'low carbon'", ha detallado Neira.

La experta de la OMS también ha recalcado que "el planeta está dejando de proveer cosas esenciales para sobrevivir" como el agua potable o el aire limpio para respirar. Por este motivo, ha incidido en la importancia de "apostar por la transición a las energías limpias" así como por "un mejor diálogo entre los sistemas de salud".

Entre las medidas necesarias para abordar los efectos de esta crisis climática, María Neira ha destacado el acceso al agua potable, la electricidad limpia para los centros de salud y un sistema de producción de alimentos "mucho más sostenible que evite el 30 por ciento de la destrucción de alimentos" de manera que "las desigualdades que está abriendo todavía más el cambio climático puedan reducirse".

Fuente: Eleconomista.net

El desafío urgente de afrontar la sequía en España

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La escasez de agua es un problema fundamentalmente global, pero con especial incidencia en España. Según el Informe sobre la Gestión de la Sequía en 2023, elaborado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), el año hidrológico está siendo globalmente seco, con un 14,6% del territorio nacional en emergencia por la escasez de agua. Asimismo, el 27,4% se encuentra en estado de alerta al situarse la precipitación media un 17,1% por debajo del valor medio de referencia, en el registro de todos los meses de septiembre entre 1991 y 2020.

A pesar de que el cambio climático es un fenómeno global, su efecto alcanza niveles superiores en la cuenca mediterránea: “El cambio climático es un fenómeno natural que afecta a nuestro clima y al de otros lugares del mundo, pero aumenta en el clima mediterráneo. Nuestro uso de agua ha ido creciendo. Por un lado, tenemos menos agua; por otro, necesitamos más. Esa es nuestra vulnerabilidad”, explica Annelies Broekman, investigadora del CREAF.

Las lluvias producidas por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) han supuesto en algunas zonas “una mejora en la humedad del suelo y han servido para recuperar cierto volumen de almacenamiento”, indica el presidente de la Asociación Nacional de Empresas Forestales, Miguel Ángel Duralde. No obstante, el experto afirma que no ha sido suficiente para solucionar los problemas existentes, “causando, por tanto, más daño que beneficios”.

Ambos especialistas coinciden en que la creencia popular de que las tormentas y las lluvias torrenciales ayudan a paliar la sequía debe ser matizada. Un periodo de sequía supone un tiempo prolongado de escasez de lluvias. Un episodio puntual “nunca puede arreglar el balance medio de un año hidrológico”, afirma Broekman. “Por ejemplo, para paliar una sequía de cuatro años necesitaríamos dos años seguidos de un ciclo hidrológico húmedo, es decir, que llueva más de lo normal”.

Por su parte, Duralde advierte de que las lluvias muy fuertes en cortos periodos de tiempo “no sirven en términos hidrológicos para resolver el déficit de los acuíferos”, suponiendo un problema en los embalses “por la cantidad de aportes arrastrados que pueden aterrarlos”. Según el MITECO, la reserva hídrica se sitúa en España en un 34,6% de su capacidad. Broekman recuerda que “las lluvias de otoño son las que rellenan los caudales”, algo que apoya Duralde, recordando que las de la segunda mitad de esta estación son las que suponen normalmente una mayor recarga en las reservas hídricas.

Fuente: 20minutos.es

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