
Columna de James McPhee: Crisis hídrica, lo urgente y lo importante (20/07/22)
Necesitamos reivindicar el rol del agua como insumo clave para una serie de actividades económicas necesarias para el desarrollo integral de nuestra sociedad, mejorando la eficiencia de uso en todos los sectores: agrícola, industrial y sanitario, y agregando nuevas fuentes de agua con criterios de equidad, sostenibilidad y eficiencia económica.
Debemos reconocer la función ambiental del agua y operacionalizar este reconocimiento en las herramientas de gestión. Asimismo, necesitamos identificar los ecosistemas acuáticos que sean susceptibles de restauración, con el fin de mitigar los efectos ambientales, resultado de una historia de énfasis productivo en el uso del agua. Un elemento central en este aspecto es la noción de gradualidad y adecuado análisis de costos y beneficios sociales asociados.
El Estado debe tener un rol primordial en la promoción de la gestión integrada (y adaptativa) de los recursos hídricos a nivel de cuencas hidrográficas, armonizando las realidades y particularidades locales con la estrategia nacional de desarrollo. Asimismo, necesitamos políticas públicas que incentiven la colaboración intersectorial público-privada, para armonizar las diferentes agendas que involucran aspectos hídricos.
Es necesario dinamizar el ecosistema de innovación y emprendimiento en el ámbito de los recursos hídricos, reconociendo que muchos de los bienes y servicios producidos estarán en el ámbito de lo público, y generando instrumentos que activen la demanda por innovación desde la industria y el aparato estatal. También es necesario dotar al Estado de las capacidades y herramientas necesarias para realizar su rol fiscalizador y facilitador, además de invertir en investigación y desarrollo para avanzar en la resolución de los desafíos identificados más arriba.
Muchos de estos desafíos han sido identificados en distintos foros hace ya varios años. Para perplejidad de muchos de quienes trabajamos en estos temas, los avances han sido modestos y el ritmo de cambio institucional, inaceptablemente cansino.
¿En qué hemos fallado? Las discusiones sobre agua, la mayoría de las veces, combinan elementos técnicos con aspectos perceptuales, éticos y políticos, y ha sido tremendamente difícil encontrar consensos. ¿Cómo avanzar? La noción de planificación, y una visión de largo plazo, son imprescindibles.
Avanzar constructivamente requiere un cambio radical de mirada: i) decisión política al más alto nivel, ii) esfuerzos de coordinación intersectorial pocas veces vistos en nuestro país, iii) el concurso de todo el espectro de actores, incluyendo privados, sector público, academia y sociedad civil. Transitar hacia un paradigma moderno de gestión hídrica es sin duda una misión país, y debe enfrentarse con la energía que esta misión amerita.
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Alejandra Álvarez Gerente de Gestión de Recursos Hídricos de Colbún y las claves para combatir la escasez hídrica (29/07/22)
Sobre la situación actual en Chile de esta “mega sequía” que afecta al país, Alejandra Álvarez explica que no es una situación reciente, si no que algo que se viene arrastrando por lo menos durante los últimos 12 años, realidad a la que nos tenemos que ir adaptando ya que es un cambio que vino para quedarse. Dentro de las razones de esta sequía además agrega que no solamente se debe a la crisis del clima, si no que “esta sequía es más que el cambio climático, la escasez de agua se da por el crecimiento explosivo de la población y la industria necesaria para el abastecimiento de esta. Ejemplo de esto es Valparaíso, nadie se acuerdo cuánto ha crecido la población en los últimos años y la industria en la ciudad”.
No solamente los ciudadanos deben hacer frente a esta escasez hídrica, ya que las empresas también se han visto afectados por los cambios que esta ha producido, y deben ejecutar diferentes proyectos para poder enfrentarla. Como parte de esto, es que Alejandra Álvarez destaca la importancia de las hidroeléctricas, “hoy todo se basa en energías renovables que son de fuentes variables como sol o viento que no son continúas durante el día, ¿qué pasa cuando se esconde el sol o se acaba el viento? Ahí es cuando entran las hidroeléctricas. Los embalses también tienen gran impacto en esta transición energética, ya que son las grandes baterías naturales que tenemos en el país, si esos embalses tienen poca agua, nos quedamos sin batería”.
En esta línea del cuidado del agua para poder enfrentar la escasez hídrica, Alejandra Álvarez explica que es una tarea de todos, desde los ciudadanos en cosas más chicas como no dejar el agua corriendo mientras se lavan los dientes, o no regar si no es necesario, hasta la industria. En este sentido como parte del sector energético en Colbún se han dedicado a promover el uso eficiente de los recursos hídricos. “Hace dos años partimos midiendo nuestra huella de agua, además hicimos participar a los trabajadores para que dieran ideas sobre el uso eficiente del agua para el consumo y surgieron ideas bastante interesantes. Por ejemplo, ya no tenemos pasto en las sucursales, lo cambiamos por paisajismo con piedras y plantas que requieren poca agua. También tenemos proyectos de captura de aguas lluvias, rehúso de aguas grises y en el proceso apoyamos a las comunidades locales en esto, en Colbún ahorramos agua”.
Como parte del trabajo de Colbún, Alejandra Álvarez aprovechó la instancia para profundizar en el trabajo que se realizan en las hidroeléctricas y la relación que tienen con el uso de agua y la escase hídrica dentro de la empresa. “Las centrales hidroeléctricas no consumen el agua, se toma el agua, esta se genera y se devuelve. Como la mayoría de las centrales hidroeléctricas están ubicadas en las partes altas de las cuencas donde no hay población ni industria cerca, el impacto es menor. El agua se devuelve al río, y puede tener un segundo o hasta tercer uso, para uso humano, agrícola, etc. No se contamina y no se consume nada, el agua se devuelve”.
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¿Cuál fue el último año con precipitaciones normales en Santiago? (25/07/22)
Julio ha sido un inusualmente lluvioso, totalizando 69 mm de agua caída, y transformándose en el “julio” con más precipitaciones en Santiago desde 2006 y el noveno desde 1950. Esto ha sido de suma utilidad para aminorar el déficit hídrico que afecta a la zona central, el que disminuyó de 50% a 30%. Lo ocurrido ha hecho ilusionar hasta al más pesimista, y de paso, considerar como una posibilidad real el hecho de que Chile pueda volver a tener un año considerado normal. Sin embargo, la cantidad anual de agua acumulada a la fecha es de 125 mm, muy lejos de cifras consideradas positivas.
Raúl Cordero, climatólogo de la Universidad de Santiago, señala que si las previsiones estacionales de la Dirección Meteorológica de Chile (DMC) se cumplen, 2022 sería el año número 14 de la actual sequía. “Entre la latitud 32 y la latitud 36 deben caer en promedio 600 mm para que las precipitaciones sean consideradas normales, en Santiago las precipitaciones deben superar los 300 mm. Esto no ha sucedido desde 2008, cuando cayeron 350 mm”, explica.
En aquel entonces, nadie imaginaba que estaríamos en presencia de la última temporada con precipitaciones de acuerdo a los promedios. A partir de 2009, año en que comienza la megasequía en el país, la escasez hídrica dio paso a un fenómeno sin precedentes. ¿Cómo se explica? La escasez hídrica ha sido responsable de la desaparición de varios acuíferos en la zona central.
Hay una creciente conciencia de que la caída en precipitaciones que estamos experimentando va a implicar alzas en la frecuencia de inviernos hiperáridos, como ocurrió en 2019 y 2021, considera el climatólogo. “Urge que Chile acelere su adaptación al cambio climático con foco en aliviar el creciente estrés hídrico que afecta a la zona centro y centro sur”, argumenta.
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La apuesta de Chile por “cosechar agua” de niebla para combatir la mayor sequía de su historia (28/07/22)
El desierto de Atacama, el más árido del planta, está avanzando hacia el sur de Chile debido al cambio climático. Su frontera natural es el norte de la región de Coquimbo —a unos 500 kilómetros de Santiago—, pero la mayor sequía en la historia del país amenaza con transformarla en una zona desértica. En 2021, el déficit de lluvias fue superior al 80% y las proyecciones para este año son pesimistas. En este complejo escenario, la comunidad coquimbana de Peña Blanca está “cosechando agua” con el sistema de atrapanieblas, un proceso de condensación de la niebla que les ha permitido desde reforestar uno de los últimos pulmones verdes de la zona hasta producir una cerveza única en el mundo.
El sol pega fuerte bajo el cielo despejado de la costera ciudad de Ovalle (Coquimbo). En la ruta hacia Peña Blanca, 60 kilómetros al interior, el rostro del paisaje cambia totalmente. Las temperaturas bajan hasta calar los huesos y la niebla esconde los árboles que cubren los cerros. Cuando este oasis de vegetación comenzó a verse afectado por la falta de lluvia en 2005, el dirigente social Daniel Rojas y pobladores de la zona decidieron crear la Reserva Ecológica Cerro Grande.“Además de proteger el ecosistema del lugar, uno de los pocos que van quedando en la región, contábamos con 365 días del año de niebla lo que, sumado a la crisis hídrica, era una oportunidad para cosechar agua”, explica Rojas, director de la Fundación Alto en el Desierto, administradora y ejecutora del proyecto.
En 2006 instalaron el sistema de atrapanieblas en la reserva, ubicada a 650 metros sobre el nivel del mar. El proceso consiste en que, a través de paneles de mallas plásticas colocadas de manera vertical, “atajan” la niebla que proviene del Océano Pacífico empujada por el viento, hasta que se condensa en gotas de agua que van cayendo a un canal conectado a estanques. Los 16 paneles de nueve metros cuadrados con los que cuenta el proyecto les permite cosechar unos 560.000 litros de agua por año. “Ese promedio nos posiciona como uno de los oasis de niebla más importantes de América Latina”, apunta Nicolás Schneider, director de la fundación. El sistema de atrapanieblas, inventado a mediados del siglo pasado por el científico chileno Carlos Espinoza, se utiliza en más de una docena de países, entre ellos Perú, España e Israel.
Hasta ahora, el agua acumulada en la reserva de 100 hectáreas ha permitido reforestar un millar de árboles nativos y endémicos, como el quillay, el peumo y el guayacán. También para abastecer de agua al centenar de pobladores de Peña Blanca, dedicados principalmente a la ganadería, cuando no han llegado los camiones aljibes, o para dar de beber a los animales en tiempos críticos de sequía.
Gustavo Patricio, presidente de la Comunidad Agrícola de Peña Blanca, critica la falta de apoyo económico que han recibido del Estado. Hasta ahora se han financiado principalmente por aportes voluntarios de organismos internacionales. “Por ley, empresas dueñas de los pasos de líneas de alta tensión o de antenas telefónicas —como las que se ven en la comunidad— deberían hacer aportes a la reserva”, señala.
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